En días en que la palabra empeñada no es respetada, en que los dichos no son acompañados por las actitudes y hechos, en que todo parece cuestionarse y transformarse en relativo, comparto el excelente artículo publicado por Miguel Ariño, y que fuera expresamente autorizado por él a postearlo en este blog:
El tema es de sumo interés y muy profundo. Los valores son los principios de actuación por los que cada uno se rige. Cada uno decide según su escala de valores. Pero tenemos que cerciorarnos que tenemos una escala de valores correcta. Los valores son las cosas que valen y nuestra escala de valores son las cosas que nosotros valoramos, y si lo que nosotros valoramos no son cosas que valen, nuestra escala de valores estará equivocada y por tanto nuestras decisiones y actuaciones serán incorrectas. Es por tanto importante que nos preocupemos de valorar las cosas que realmente valen.
Los valores son objetivos y mis valores son subjetivos. Sí, sí, has leído bien por muy contracultural que suene: existen valores objetivos. La honradez, el respeto a los compromisos adquiridos, la justicia, etc. son valores. Si en nuestras decisiones no tenemos en cuenta que hay que ser honrados, respetar los compromisos adquiridos, etc. nuestras actuaciones serán incorrectas. Nos saldrán las cosas mal. Es por tanto muy importante que nos cercioremos que valoramos lo que realmente vale para no construir nuestra vida sobre principios erroneos. Recuerda que en el mensaje de la semana pasada decíamos que cada uno somos la historia de nuestras decisones.
La idea que acabo de exponer está avalada por Benedicto XVI, que tiene como uno de los objetivos de su pontificado el combatir el relativismo, el todo vale. No, no todo vale. Engañar no vale. En verdad valores solo hay uno: la persona humana. La persona es el único valor intrínseco. Los demás valores son valores en la medida en que sirven a la persona.
El poeta Antonio Machado también defiende esta idea, aunque continuaré hablando de esto la semana que viene, pues todavía hay muchas cosas que decir. Solo añadir un par de ideas muy útiles para los tiempos que corren: la primera es que la lealtad a los compromisos que uno ha adquirido con su conyuge es un valor. Quebrantar este valor tiene dramáticas consecuencias tanto a nivel personal como social. La segunda es mostrar la importancia de educar en valores a los jóvenes. Que aprendan a valorar lo que realmente vale. Les va en ello su felicidad personal y el mundo que construimos.
Sobre este tema he pensado mucho, y los comentarios, como siempre, serán bienvenidos. Cuando hablo de esto en mis clases a los alumnos se les ponen los ojos como platos. Adios,
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