21 feb 2011

Psicología especial del mando, de la autoridad. Carlos Vaz Ferreira.


En estos días he vuelto a leer el Libro de nuestro filósofo Carlos Vaz Ferreira,  "Moral para intelectuales", y a pesar de constituir una recopilación de conferencias de clase del curso de Moral de 1908, dictado en la Universidad de Montevideo, Sección de Enseñanza Secundaria (tal como se explicita en la página 19 de la edición publicada en 1963 por la Cámara de Representantes de la R.O. del Uruguay), los conceptos no "pasan de moda", sino que al contrario cada día están más vigentes.
Volveré acá a citar parte de lo que he citado en uno de los artículos sobre liderazgo de mi autoría, que he publicado en este blog, pero extenderé la cita, ya que me ha parecido brillante el concepto desarrollado por Vaz Ferreira.
Las palabras que seguirán fueron extraídas del capítulo que versa sobre: "Moral de funcionarios,  y algunas generalidades sobre moral de la vida pública".

Y cito: "Uno de los más grandes entre los paganos, Marco Aurelio: uno de los más grandes entre los hombres, pues alcanzó tan alta moral en el ejercicio del poder absoluto, escribía para sí mismo este consejo: "Cuida de no cesarizarte". Cesarizarse era adquirir esa psicología originada por el mando sin trabas y que hasta a los mejores envenena: no es necesario que yo la describa. El remedio contra ella sólo se obtiene merced a esfuerzos inmensos: oir todas las opiniones (aún las que parezcan más contrarias a las propias) y las objeciones de todo género; no sólo atender, sino tener la mayor consideración por los que nos las dirigen, teniendo en cuenta que les asiste una probabilidad mucho mayor de ser sinceros que a aquéllos que en todo están de acuerdo con nosotros, puesto que, si dos cerebros no son geométricamente superponibles, sería milagroso el que dos inteligencias lo fueran; de manera que, en el caso en que todas las opiniones de un hombre coincidan absolutamente con las de otro hombre más poderoso, hay las mayores probabilidades de que se trate de un bajo adulador y no de un hombre sincero. La mayor facilidad para revocar los actos equivocados, y para recibir la convicción de que lo son; y desvanecer la creencia vulgar de que el hombre que revoca o modifica sus propios actos pierde algo de su grandeza o de su autoridad.....
...Pero podría parecerles que estos consejos sobre la psicología del mando, no son prácticos, por cuanto son bien pocas las personas que tienen probabilidades de llegar a los mandos superiores. Sería un grave error. La "cesarización", de que hay que guardarse , esa psicología especial que es uno de los males morales contra los cuales nuestra constitución mental menos nos defiende, cabe, como en los más altos cargos, en los más humildes: basta que algún otro ser, aún más humilde, esté por debajo de nosotros...
...Y cuando, simultáneamente o sucesivamente, se es mandado y se manda, la cesarización reviste un carácter especial que la hace, si cabe, más triste:
La psicología que tiende, entonces, a formarse, es una especie de psicología invertida: debilidad hacia arriba; energía, dureza, hacia abajo.
Hay, desde este punto de vista, varios tipos de funcionarios, y, en general , de hombres.
Los hay que son duros, rígidos con los inferiores; pero, para con los superiores, son también enérgicos y fuertes. Esas personas, cualquiera que sea el juicio que merezcan, tienen siempre mucho, o algo por lo menos, de respetable.
Existen otros que son débiles para con los superiores: que carecen de energía; pero, por lo menos, con los inferiores, con los humildes, son humanos; y estas personas tienen todavía mucho o algo de bueno.
El ideal es el hombre en quien la energía y la dignidad severa están vueltas, diremos, hacia arriba, mientras que, en cambio, su conducta con los humildes, con los desdichados, con los inferiores, se ve impregnando cada vez de una mayor cantidad de piedad y consideración; sin perjuicio, naturalmente de aquel grado de rigidez o severidad que es necesaria por razones de interés general.
En cambio, el tipo inferior de todos, el que ustedes deben acostumbrarse a considerar como despreciable, el el tipo "invertido" a que me refería: el que tiene la dureza para abajo y la debilidad para arriba.

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