Los buenos líderes son aquellos que perciben que ayudar a la gente a tener éxito en su trabajo es la esencia de la conducción. Además, reconocen que el éxito de una organización depende de la gente que trabaja en ella. El Efecto Pigmalión[1] se produce cuando los líderes aumentan sus expectativas respecto del rendimiento de los subordinados, lo que produce, efectivamente, un incremento en dicho rendimiento.
Para ilustrar dicho efecto, el Profesor Dov Eden de la Universidad de Tel Aviv, condujo una serie de experiencias con las fuerzas armadas israelitas.
En el primer experimento, Eden les dio a cuatro instructores de un Curso de Comandos de Combate, diferentes expectativas acerca de las posibilidades de promoción que tenían los 104 soldados participantes.
Cada uno de los soldados fue ubicado en alguna de estas tres categorías, al azar: Alto Potencial para aprobar el curso, Potencial Regular o Potencial Desconocido. Los instructores no sabían que esa distribución había sido hecha en forma aleatoria, sin tener en cuenta la información real sobre los soldados.
Al finalizar el curso, los instructores le asignaron una calificación a cada soldado. Aquellos soldados que habían sido identificados como de Alto Potencial, recibieron calificaciones significativamente superiores al resto. Además, los instructores informaron que estos soldados habían disfrutado del curso y habían evidenciado una actitud positiva a lo largo de todo el entrenamiento.
La conclusión es la siguiente: el incremento de las expectativas de los instructores acerca de un grupo de soldados elegidos al azar, puede haber causado que los soldados esperen más de sí mismos, lo que los ayudó a desempeñarse mejor.
Para reforzar esta teoría, Eden realizó otro experimento: les dio a 61 soldados que estaban realizando Cursos de Entrenamiento, distintas expectativas acerca de sus propias capacidades. Tomó 15 soldados elegidos al azar y les aseguró que tenían grandes posibilidades de alcanzar el éxito. Al finalizar el curso, Eden encontró que ese grupo de soldados se había desempeñado considerablemente mejor que aquellos a los que se le había dicho que tenían un potencial regular.
Eden cree que el Efecto Pigmalión puede ser aplicado en el ámbito laboral, para mejorar el rendimiento de las personas. Una manera de lograrlo es entrenar a los líderes para que incrementen sus expectativas acerca de los empleados.
Eden también sugiere que los gerentes deben combatir los estereotipos negativos acerca de los empleados, olvidar los fracasos pasados y fijar objetivos que se conviertan en desafíos factibles de alcanzar por las personas. Pero agrega un toque de precaución: “No debe caerse en la exageración... Esperar demasiado en poco tiempo puede abrumar y desmotivar a la gente, dando como resultado una sensación de fracaso, frustración y bajas expectativas respecto del futuro. En suma, deben incrementarse las expectativas, pero manteniendo un equilibrio que solo puede lograrse a través de la experiencia y del profundo conocimiento de cada una de las personas”.
Extraído de: Liderazgo y Gestión de Personal (realizado por Luis del Prado)
[1] Pigmalión: Cuenta una leyenda mitológica griega que el rey Pigmalión esculpió una estatua con la figura ideal de la mujer. A Pigmalión le gustó tanto su obra que quiso que se convirtiera en un ser real. El deseo fue muy fuerte e hizo todo lo que pudo para conseguirlo. Pidió ayuda a Venus Afrodita, la diosa del amor, la cual colaboró en que su sueño se hiciera realidad. Así nació Galatea, su mujer ideal.
Cuando alguien anticipa un hecho, existen muchas probabilidades de que se cumpla. A este fenómeno en Psicología Social se le llama: “realización automática de las predicciones”; también se le conoce como “El Efecto Pigmalión, o la profecía que se cumple a sí misma”.
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